TEMA 4: CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES.


El siglo XVIII en España, está marcado por la Guerra de Sucesión entre los Habsburgo y los Borbones franceses. Este, entre otros hechos, desembocaron la pérdida de la hegemonía hispánica en Europa, instaurando así la dinastía Borbónica. Se empezó un modelo de monarquía absolutista, destacado por la persistencia del Antiguo Régimen y su economía mayoritariamente agrícola. Durante todo este siglo, España experimentó una evolución demográfica, al mismo tiempo que llegaron a la península las primeras ideas ilustradas.

El primer evento que abre este siglo es la Guerra de Sucesión, que comenzó tras la muerte,  sin descendencias, de Carlos II en 1700, quien había designado en su testamento al Borbón Felipe de Anjou (posteriormente Felipe V) como su sucesor pero, dada la hegemonía hispánica y francesa en Europa, países como Gran Bretaña, Holanda y Portugal, se rebelaron contra Luis XIV de Francia y Felipe V de España, manifestando así su apoyo al archiduque Carlos de Habsburgo como sucesor y formando la segunda Gran Alianza en septiembre de 1701, con el Tratado de la Haya. En el interior, se utilizará la Corona de Aragón como defensa para el archiduque y, Castilla, a Felipe V.

La guerra comenzó cuando Gibraltar fue ocupada por la armada inglesa en 1704. Un año más tarde, los partidarios del archiduque firmaron el Pacto de Génova para apoyar su causa. En agosto de ese mismo año, Carlos de Austria desembarcó en Barcelona aislando y bombardeando la ciudad hasta que el 9 de octubre, las autoridades borbónicas se rindieron y el archiduque entró en la ciudad. Desde entonces, creció el territorio dominado por Carlos de Austria, llegando a proclamarse rey al llegar a Madrid.

Más tarde, en 1707, las tropas de Felipe V derrocaron a un ejército anglo-luso-holandés en la Batalla de Almansa, recuperando así Aragón, Valencia y Cataluña. La guerra dio un giro cuando, el 17 de abril de 1711, murió José I, emperador de Austria, sucediéndole en el trono el archiduque. Convirtiéndose los Habsburgo en la amenaza para Europa, puesto que Carlos de Austria tendría en su poder tanto el trono de Austria como el de España, por lo que los ingleses hicieron negociaciones y, finalmente, apoyaron a Felipe V. Se firman así los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714), poniendo fin a la guerra con Europa a cambio de distintas concesiones por parte de la Corona. Austria recibirá el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña. Gran Bretaña recibirá Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales con la América española.

No obstante, Barcelona, Cataluña y Baleares aún se resistían a Felipe V, de forma que, el 11 de septiembre de 1714, las tropas de Felipe V tomaron Barcelona y, en 1715, ocuparon Mallorca, poniendo fin definitivo a la guerra en el interior con una serie de Pactos. El Primer Pacto, firmado en 1733 por Felipe V de España y Luis XV de Francia, tenía como objetivo recuperar las antiguas posesiones españolas. El Segundo Pacto, firmado en 1743 por los mismos monarcas, consistía en que Fernando VI se proclamara neutral al subir al trono. El Tercer Pacto, firmado en 1761 por Luis XVI y Carlos III, con el fin de hacer frente a Inglaterra.

Este siglo siguió marcado por el Antiguo Régimen, manteniendo una jerarquía estamental. A la nobleza se pertenecía por nacimiento o nombramiento real y poseía casi todas las propiedades y cargos públicos, no pagaba impuestos y gozaba de señoríos jurisdiccionales. El clero cobraba el diezmo (la décima parte de las cosechas) a todos los campesinos y poseía muchas tierras. El tercer estamento (campesinos y burgueses) estaba sometido al régimen señorial, entregando sus rentas y pagando impuestos para mantener al Estado.

El principal medio de vida era la agricultura y casi toda la tierra estaba amortizada por la Iglesia, los Ayuntamientos o los nobles, quienes las mantenían mediante el mayorazgo. Así, la mayor parte del campesinado era jornalero: en Cataluña gozaban de contratos con menos abusos de rentas; en Galicia y Asturias destacó el minifundismo mientras en el sur de Castilla, Extremadura y Andalucía se dieron los grandes latifundios. Predominaba la ganadería ovina con preferencia sobre los cultivos por la Mesta.

En cuanto al resto de actividades económicas, la industria continuó agrupándose en gremios con una forma proteccionista de la producción y, en el comercio, se mantuvo fuerte en el mercado exterior colonial pero débil y escaso en el interior. El modelo de estado fue la monarquía absoluta a imitación de la francesa, en la cual los monarcas reunían el poder judicial, legislativo y ejecutivo, que eran ayudados por las Secretarías (ministerios).

En este sentido, los Borbones impusieron una política centralizadora, aboliendo las Cortes  y el Consejo de Aragón mediante los Decretos de Nueva Planta e integrándolos en los de Castilla (Cortes de España, que solo se reunían por petición del rey y para jurar heredero, y Consejo de Castilla, que actuaba como Tribunal Supremo de Justicia) y se crearon demarcaciones provinciales regidas por un capitán general que presidía las reales audiencias además de extender el control de los corregidores a las grandes ciudades e implantar la figura del intendente (recaudador de impuestos y realizador de trabajos locales) para centralizar el territorio.

Carlos III (1759-1788), junto a una serie de colaboradores (conde de Aranda, Pablo de Olavide, Jovellanos), impuso en su reinado un conjunto de ideas ilustradas para modernizar y racionalizar el Estado que fueron fuertemente opuestas por el pueblo, que organizó revueltas como el Motín de Esquilache (Madrid, 1766) en contra de las medidas del ministro Esquilache (prohibición de los sombreros de ala ancha y capa larga), lo que obligó a Carlos III a destituirlo.

Las reformas ilustradas se retomaron más tarde, declarando honestas todas las profesiones para abolir los privilegios sociales del Antiguo Régimen; creando escuelas de artes, academias de letras y ciencias y haciendo obligatoria la educación primaria.

Se defendió el poder del Estado mediante el regalismo, Carlos III reclamó el derecho a nombrar los cargos eclesiásticos, a controlar la Inquisición y a fundar monasterios.

Económicamente, se limitaron los privilegios de la Mesta, colonizando Sierra Morena, creando mercados de bienes y capitales, liberalizando la circulación de mercancías (Libre Circulación de Granos, 1765), el comercio colonial (fin del monopolio de Cádiz, 1765) y estableciendo aranceles (1782).

Además, el conde de Peñaflorida fundó las Sociedades Económicas de Amigos del País en 1765 para estudiar la situación económica del territorio donde se localizaban y mejorar la agricultura, criticando el régimen señorial, los señoríos y el mayorazgo.

Debido a la debilidad de la burguesía y la ignorancia del pueblo, los ilustrados españoles se sirvieron de la monarquía para implantar sus reformas en lo que conocemos como despotismo ilustrado. En la primera generación, fray Benito Jerónimo de Feijoo y el padre Enrique Flores analizaron críticamente el pensamiento y la sociedad y, en la segunda mitad del siglo XVIII surgieron los grandes pensadores (Campomanes, Floridablanca, Olavide, Cabarrús, Aranda y Jovellanos) con la mejora del sistema educativo, las ciencias, la crítica a la sociedad estamental y la modernización de la economía, criticando el mayorazgo y defendiendo la igualdad de todos los seres humanos.

En definitiva, el siglo XVIII en España fue un período de transición entre dinastías y el inicio de las primeras ideas ilustradas que supondrían las primeras pautas hacia el cambio y el fin del Antiguo Régimen en favor del Liberalismo; un gran cambio social, económico y político que acarreará numerosas revueltas y conflictos en el siglo siguiente mientras las tropas de Napoleón invaden España sumiéndola en una gran crisis política.

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